OPORTUNIDAD
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Ceramicas (c) Vicent Tena |
Lucas
13, 1-9
En
una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya
sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús contestó:
-"¿Pensáis
que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron
así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y
aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que
eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si
no os convertís, todos pereceréis de la misma manera."
Y
les dijo esta parábola: "Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue
a buscar fruto en ella, y no lo encontró.
Dijo
entonces al viñador: "Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en
esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en
balde?
Pero
el viñador contestó: "Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor
y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas"."
Unos desconocidos le
comunican a Jesús la noticia de la horrible matanza de unos galileos en el
recinto sagrado del templo. El autor ha sido, una vez más, Pilato. Lo que más
les horroriza es que la sangre de aquellos hombres se haya mezclado con la
sangre de los animales que estaban ofreciendo a Dios.
No sabemos por qué acuden
a Jesús. ¿Desean que se solidarice con las víctimas? ¿Quieren que les explique
qué horrendo pecado han podido cometer para merecer una muerte tan ignominiosa?
Y si no han pecado, ¿por qué Dios ha permitido aquella muerte sacrílega en su
propio templo?
Jesús responde recordando
otro acontecimiento dramático ocurrido en Jerusalén: la muerte de dieciocho
personas aplastadas por la caída de un torreón de la muralla cercana a la
piscina de Siloé. Pues bien, de ambos sucesos hace Jesús la misma afirmación:
las víctimas no eran más pecadores que los demás. Y termina su intervención con
la misma advertencia: «si no os convertís, todos pereceréis».
La respuesta de Jesús hace
pensar. Antes que nada, rechaza la creencia tradicional de que las desgracias
son un castigo de Dios. Jesús no piensa en un Dios «justiciero» que va
castigando a sus hijos e hijas repartiendo aquí o allá enfermedades, accidentes
o desgracias, como respuesta a sus pecados.
Después, cambia la
perspectiva del planteamiento. No se detiene en elucubraciones teóricas sobre
el origen último de las desgracias, hablando de la culpa de las víctimas o de
la voluntad de Dios. Vuelve su mirada hacia los presentes y los enfrenta
consigo mismos: han de escuchar en estos acontecimientos la llamada de Dios a
la conversión y al cambio de vida.
Todavía vivimos
estremecidos por el trágico terremoto de Haití. ¿Cómo leer esta tragedia desde
la actitud de Jesús? Ciertamente, lo primero no es preguntarnos dónde está
Dios, sino dónde estamos nosotros. La pregunta que puede encaminarnos hacia una
conversión no es «¿por qué permite Dios esta horrible desgracia?», sino «¿cómo
consentimos nosotros que tantos seres humanos vivan en la miseria, tan
indefensos ante la fuerza de la naturaleza?».
Al Dios crucificado no lo
encontraremos pidiéndole cuentas a una divinidad lejana, sino identificándonos
con las víctimas. No lo descubriremos protestando de su indiferencia o negando
su existencia, sino colaborando de mil formas por mitigar el dolor en Haití y
en el mundo entero. Entonces, tal vez, intuiremos entre luces y sombras que
Dios está en las víctimas, defendiendo su dignidad eterna, y en los que luchan
contra el mal, alentando su combate.
José Antonio Pagola
No es la primera vez que
vienes
y que la higuera muestra
sus hojas arrogante
–verdes, grandes, ásperas,
sin fruto–,
engañándote.
Sabes que ocupa terreno
fértil,
que sudaste y te
deslomaste cuidándola
para que diera los higos
mejores,
inútilmente.
Y aunque tienes ganas de
cortarla
tu corazón hortelano se
resiste.
Le cavarás la tierra, le
echarás abono
nuevamente...
Hablo robándote las
palabras
que me dijiste al
encontrarme
e invitarme a tu causa y buena
nueva
urgentemente.
Déjala un poco más.
Déjanos un poco más.
Déjame un poco más, Señor,
y cuídame.
F. Ulibarri
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‘Repara incansablemente
Redime inmerecidamente
Reconcilia incondicionalmente'
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¡¡Otra oportunidad!!
‘Señor,
déjala todavía este año…’ Hay una oportunidad para la higuera, siempre hay una
oportunidad para dar fruto. Dejémonos cuidar por Él, podar por Él, proponer por
Él. Serán sus frutos si nos dejamos regar por su Palabra. Estamos y somos para
dar frutos, ‘higueras de la viña’ para llenar de vida nuestro mundo. Hay una
nueva ocasión de cambio. Él está pendiente de nuestra conversión, espera un
poco más como Padre ‘todomisericordioso’ que es… ¿Qué estamos haciendo para ese
cambio? ¿Qué riega nuestra vida? Sin miedo, el ‘Viñador’ nos quiere, llenemos
de disponibilidad y compromiso nuestra oportunidad para que los frutos sean
abundantes y jugosos para los otros, son los que transforman la realidad.
EQUIPO PASTORAL COLEGIO CARMELITAS
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Virgen del Carmen Onda · Vila-real |
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