Esas cosas que pasan…
… y no te das cuenta pero son
maravillosas son las que van dando sabor a la vida. Cosas únicas e irrepetibles
como tú y como yo, acontecimientos o momentos que dejan huella y que te hacen
descubrir que aquello ‘del regalo de la vida’ adquiere toda su profundidad.
Algunas han pasado hace poco, sin especificar mucho voy a detenerme en alguna
de ellas, vosotros si queréis y conocéis les ponéis nombres.
Una visita programada pero que se
va llenando de frescura, de la improvisación que da el sentir y vivir desde el
corazón. Una risa, un aguante increíble ante una agenda rebosada, unas palabras
maravillosas, una invitación, unas risas y sobre todo la naturalidad de lo
sencillo desde el respeto y el trato de autoridad. Una Iglesia así no sé si
mueve montañas como la fe pero si que mueve corazones, empuja proyectos y
renueva compromisos.
Fuera de horario y todos, por lo
menos lo parece, están aquí. Juegos, partidos, sonrisas, lloros, celebraciones,
amigos, enfados, unos ganan y otros pierden… El colegio como algo más que un
horario y unas asignaturas. El patio como lugar de crecer juntos, de competir
sanamente y con los que son amigos. La puerta abierta para animar, sentarse,
para charlar, para reír las celebraciones de goles que merecen una liga… y
sobre todo para jugar.
La música da sosiego a los corazones
agitados. Sentarse y participar con un aplauso, con un silencio, con una
petición, con la escucha activa…toda una velada de amistad y familia, de los
que comparten la importante de lo que
son y hacen. La mirada a Jesús como lugar de
salvación, vida eterna y felicidad. Nada sin ti, nada. La colaboración entre
todos, la solidaridad, la generosidad bien entendida y la gratuidad del trabajo
bien hecho pensando en el otro. Símbolos profundos, Palabra que abrasa, comentarios
sentidos y repletos de hondura, armonías delicadas para corazones necesitados
de caricia.
Asumir la responsabilidad con
crudeza Salir de escondites recónditos donde se mantiene la mirada de la
realidad sin que la misma nos afecte. Llorar con los que lloran y reír con los
que ríen. Ponerse en manos de Dios y buscar lo más evangélico posible como
referencia de discernimiento, de valoración, de trato, de propuesta. Deseos que
se hacen realidad y cambios que producen el vértigo de lo nuevo. Estar ahí en
medio de la tormenta donde todos te miran para que seas tú quien proponga, diga
y haga… y solo tienes la seguridad de saber que pronto saldrá el arco iris de
la sonrisa, la necesidad, la urgencia o la ocurrencia de un alumno… Sentirse
parte de un proyecto compartido y posible.
Encuentro con la Palabra y la Mesa , con la experiencia
personal de creyentes firmes y de conversión permanente, incienso y liturgia
que hay que aprender cada día aunque sea la oficial, unidad sentida y
diversidad respetada, deseada y manifestada. Con Él en el centro nada nos
fallará, nada nos faltará. Sosiego de corazón y de vida, hora y media de calma
en las prisas del hacer, remanso de paz para el ser. Agradecimiento profundo a
quien invita, insiste y espera la respuesta…
Y entre tanto miles de pequeñas
estrellas con nombres propios que sonríen, que acompañan la vida cotidiana, el
día a día… Pequeños destellos de la presencia de Dios que no tiene ojos, ni
manos, ni pies…Pero si tiene la garganta rota por la alegría cantada,
disfrutada y compartida de la fiesta. Las manos que acarician en silencio una
tristeza para que se transforme en momento en la luz que no se hallaba. Tiempo
alrededor de un proyecto sin saber de dónde ha salido y deseando que llegue al
mejor puerto para compartir el viaje. Oídos para escuchar el susurro de una
llamada que quiere agradecer y compartir contigo la noticia de cambio, de una
decisión. Ojos que son capaces de emocionarse al asumir una responsabilidad o
proponer, al leer un correo repleto de bondad, de sentimientos y de futuro.
Corazón que se mueve y agita por la experiencia en medio de los últimos y que
al ser compartida se convierte en motor de cambio, de sentir y de vida.
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