Un verano lleno de cosas
Ha sido único. No me atrevería a decir inolvidable pero si único. La experiencia vivida este largo verano ha sido irrepetible. Ha sido como la comida china.
Una experiencia de sabores encontrados, de mezclas extrañas, de propuestas yuxtapuestas que como agua y aceite cuesta mezclar. Una opción por los pobres clara y manifiesta que se reduce con argumentos también valiosos (¿de verdad?). Una vivencia de Iglesia joven, dinámica, ilusionante, rejuvenecedora que no se entiende bien desde valores que han marcado siempre a la juventud, riesgo, innovación, creatividad por la ausencia de estos en las propuestas. Una novedad de actividad formativa con riesgo y diferencia que hace resurgir fantasmas de comodidad, inmovilismo y apatía.
Que indigestión más tremenda. Demasiado agridulce, demasiada comida, demasiados platos, demasiado improvisar.
Estoy en proceso de sal de frutas, reposo, dejar pasar el tiempo…
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