Dignidad


Tirada en el suelo.
Puerto Príncipe, cerca de un hospital.
Ha pasado el tiempo y todo sigue igual…
¡¡¡Mentira!!!
Todo está peor.
Se fueron los de las fotos,
las cámaras, los intereses,
las imágenes que mueven corazones.
Folletines para vender.
Sensiblerías para llenar un tiempo
entre los anuncios que llenan los bolsillos.

Ella sigue tirada.
Esta en el suelo.
Desnuda.
Despojada de sus ropas.
Desecho de los hombres.
Mujer de dolores.
Como un malhechor.
Un ‘objeto’ que no sirve para nada.
Juguete roto de las lágrimas de cocodrilo
de un mundo lleno y saciado.

¿Qué hago aquí?
Miro y no siento.
Vergüenza de mi ser.
Mentira de mi privilegio.
Verdad que me denuncia.
Escándalo de nuestro mundo.
¿Dónde está la rueda de molino para mi cuello?
Quitaré mi espejo al levantarme, no podré mirar.

Se llama dignidad… y es la nuestra.
Se perdió con la suya.
Tirada en el suelo.

Comentarios

Hola.

Saludos y abrazos.

Me ha golpeado e interpelado tu ùltima frase: << Se llama dignidad… y es la nuestra.
Se perdió con la suya.
Tirada en el suelo >>

Muchas veces pensamos que nuestra dignidad es màs grande que la de los otros argumentandonos en el hecho de que somos ùnicos e irrepetibles. Es cierto la primera afirmaciòn, pero no nos olvidemos que nuestra dignidad va legada y toma fundamento con la valencia de el otro que me ayuda a ser presente.

Todo "Yo", entra en relaciòn con un "tu", de lo contrario seremos invisibles.

Pensemos un rato: Soy invisible? En esa medida entonces, si no soy capaz de ayudar y hacer presente a mi projimo, yo existo?

Con afecto Fra Rodolfo de Jesùs O.Carm

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