Me dejaste

Cuanto te echo a faltar. Te fuiste una tarde de otoño sin avisar. ¿Qué buscabas? Amigo mío que miedo más grande emprender tamaña aventura. Solo de pensarlo me asusta. Me dejaste huérfano de amistad, desde entonces la ando mendigando de un sitio para otro. Te fuiste sin despedirte, tus prisas siempre fueron una característica. En todo menos en tomar unas cañas o unos vinos. He renegado sobre esto todo este tiempo, demasiado tiempo. Ausencia que se ha convertido en presencia obsesiva de preguntas y razones. Vacíos recuerdos, cada vez más lejanos y en ocasiones alejados de lo que fue, que se llenan de deseos imposibles. ¿Por qué? ¿Para qué? Ausencias incompresibles para siempre como teoremas inconclusos por la falta de pizarras y dejados sin terminar para el día siguiente que nunca llega. ¡¡No puede ser!! me dije aquella tarde. Se confundieron, estaba seguro que aquella pesadilla en medio del pasillo era un cuento de los inocentes que, sin yo darme cuenta, habían cambiado de día. Cuanta pena, cuanta miseria, cuanta espera, cuanta soledad, cuanta ausencia, cuanta sequedad… ¡¡Qué mala suerte!! ¡¡Que desgracia!!.
El tiempo pasa y la vida se llena de propuestas diferentes, de muchas alternativas buscadas o imposibles de rechazar, que hacen que las prisas y agobios del trabajo, que tú tanto odiabas, llenen el tiempo que uno no tiene. Este agobio se convierte en terapia para olvidar, como cualquier otro adicto, la realidad pura y dura de la ausencia y la soledad. Pensamientos que vuelven a traer al presente tu pasado que se convirtió en definitivo presente aquella tarde de otoño. Recuerdos de penas y desgarros, que en el agobio de los días llenos de cosas y vacíos de segundos, se convierten en envidias de lo que ‘vives’ para siempre. Tentaciones de pensar que no fue desgracia sino auténtica buena suerte tu destino. ¿Será verdad es sentimiento de desear estar contigo de nuevo corriendo el camino que tú emprendiste y que no tiene retorno? Pensamientos y deseos que hay que desechar pero que la frecuencia de los mismos hace más costoso su rechazo.
No deseo tu suerte, deseo tu paz. No deseo tu encuentro, si no tu memoria, señal inequívoca que estar vivo, lo que tú deseaste aquella tarde de otoño.
El tiempo pasa y la vida se llena de propuestas diferentes, de muchas alternativas buscadas o imposibles de rechazar, que hacen que las prisas y agobios del trabajo, que tú tanto odiabas, llenen el tiempo que uno no tiene. Este agobio se convierte en terapia para olvidar, como cualquier otro adicto, la realidad pura y dura de la ausencia y la soledad. Pensamientos que vuelven a traer al presente tu pasado que se convirtió en definitivo presente aquella tarde de otoño. Recuerdos de penas y desgarros, que en el agobio de los días llenos de cosas y vacíos de segundos, se convierten en envidias de lo que ‘vives’ para siempre. Tentaciones de pensar que no fue desgracia sino auténtica buena suerte tu destino. ¿Será verdad es sentimiento de desear estar contigo de nuevo corriendo el camino que tú emprendiste y que no tiene retorno? Pensamientos y deseos que hay que desechar pero que la frecuencia de los mismos hace más costoso su rechazo.
No deseo tu suerte, deseo tu paz. No deseo tu encuentro, si no tu memoria, señal inequívoca que estar vivo, lo que tú deseaste aquella tarde de otoño.
Comentarios
Desde las montañas que el tanto disfruto,recorrio,y sobretodo.....AMO