Padriatras

Amenacé con escribir sobre el cole, lo avisé. Hoy ya no es el primer día, el apunte anterior anunciaba un poco lo que iba a venir. Si sobre todos los temas hay vueltas y vueltas, como la rueda de molino, sobre estos hay vueltas, vueltas y vueltas. No os imagináis las reflexiones, en muchos casos equivocadas, que doy a este asunto. Después de cada clase tengo un sucedido, un comentario y una mala ‘milk’ que comentar, expresar o tragar. Al poco rato vuelve y vuelve, la leche cortada o en mal estado siempre repite.
Tengo una clase, no es de los más mayores, con la que me está costando mucho entrar en dinámica de trabajo. La indisciplina es alta, los alumnos no están sentados, se cambian de sitio, se tiran papeles, gomas… y me cuesta un gran esfuerzo mantener el ritmo de explicación y de trabajo. Hasta aquí normal, ellos son pre-adolescentes, yo soy un profesor (no me considero maestro) inexperto y poco entregado a la causa, por lo tanto ‘hambre y ganas de comer’ se juntan y hay indigestión. La sorpresa es cuando el otro día viendo la televisión local del pueblo donde doy clase veo que la mayoría de los que saltan, chillan, bailan desordenadamente delante de una pancarta de una peña en una especie de pasacalles son mis alumnos. Todos uniformados con una camiseta verde. No daba crédito a lo que veía ya que hace dos años pude asistir personalmente a dicho pasacalles y fue un desfile de jóvenes, y no tan jóvenes, en un estado bastante deplorable por el consumo de alcohol y/o otras sustancias. Un desfile sin gracia y que me produjo una sensación extraña entre repulsa y vergüenza. No podía ser lo que estaba viendo en la pequeña pantalla. Detrás de ellos, de mis alumnos, desfilaban unos adultos con la pancarta y realizando también bailes y movimientos más o menos acompasados al son de una música. No seguí viendo, cambié de canal. Entendí que lo que había pasado en clase los días anteriores era simplemente un ensayo para lo que la familia reunida estaba viviendo ese sábado por la mañana. Me sentí bien al haber podido colaborar de una manera anónima a la fiesta del pueblo.
Hace unos años leí en un artículo de Alfonso Usía, sobre los nombres extraños que los padres ponen a los hijos, que los niños y niñas deberían tener la posibilidad de cambiarse de nombre cuando llegasen a la mayoría de edad. El famoso articulista añadía, con su tradicional ironía, que además de ese derecho podrían darles ‘un par de leches’ a sus progenitores por su mal gusto.
Ante esto la mejor solución es la propuesta de Forges de una nueva especialidad médica: la padriatría. ¡¡Cuánto bien nos iba a hacer estos especialistas en el medio escolar!! Creo que el Ministerio de Educación debe comenzar por reconocer dicha especialización académica dentro de la medicina y posteriormente implantar, entre las obligaciones de los alumnos (derechos y deberes), la necesidad de llevar periódicamente a sus padres al mencionado especialista. Muy acertado es el diagnóstico para los padres de mis alumnos de la camiseta verde, que el padriatra de Forges ofrece en la viñeta que os adjunto.

Comentarios

merleta ha dicho que…
Coincido contigo en la sensación que produce ver a los alumnos "fuera de si" cuando llegan las fiestas locales. Es mejor no toparse con ellos porque yo creo que pasamos más vergüenza que otra cosa viendo lo que realmente les gusta y que tiene muy poco que ver con lo que pretendemos que les "seduzca" en nuestras clases.
Respecto a la falta de disciplina hay una expresión moderna para la misma: conducta disruptiva, que a mi me parece es una manera fina de no mencionar la mala educación con que llegan a clase y que ni siquiera les permite distinguir lo adecuado de lo incoveniente. No me extraña que necesitemos ya de la figura que propone Forges en la viñeta.

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