Iglesia sinodal

 


Hemos tenido la gran suerte de contar entre nosotros con la teóloga Cristina Inogés. Hemos compartido un encuentro para profundizar en ‘La Iglesia sinodal, vulnerable y para todos’. La Iglesia ha sido siempre sinodal y por lo tanto lo sigue siendo. En los primeros siglos de la misma era mucho más evidente. La sinodalidad forma parte de su esencia ya que toma su raíz del sacramento del bautismo. Cristina nos recordó que es el gran olvidado de los sacramentos. Lo recibimos pero no volvemos a él para descubrir toda la carga de sentido y propuesta de identidad que tiene. Es un reto para todos nosotros profundizar en la fe y madurar en la misma. Como creyentes, que nos sentimos parte de la Iglesia, debemos conocer nuestros derechos y obligaciones o deberes. Si, también tenemos derechos, que debemos defender, llenar de sentido y exigir si se ven mermados por estructuras o formas que pueden ser cambiadas o mejoradas.

La referencia constante de la Iglesia sinodal es la necesidad de crecer en comunión, en participación y en misión. La comunión de ser seguidores de Jesucristo, al que colocamos en el centro del círculo donde nos situamos en la misma. Tenemos distintas funciones y responsabilidades pero situados en círculo, donde se puede mirar a la cara al otro, donde no hay tarimas ni primeros puestos que dificulten mirar a los ojos y crecer en fraternidad. ‘La primeras palabras del Papá Francisco al ser elegido nos lo han recordado, comenzó diciendo que era obispo de Roma y saludando a los fieles’, ningún título, ningún exaltación de su función sino ponerse al servicio de la Iglesia con la misión para la que había sido elegido, ser obispo de Roma. En aquellas palabras de Francisco daba un claro signo de sinodalidad, de participación, ‘habéis ido muy lejos para buscar a vuestro obispo’, añadió dirigiéndose a los fieles que abarrotaban la plaza de San Pedro.

Reconocernos como vulnerables en la misión, como pequeños, como necesitados de ayuda, nos convierte en abiertos para que otro nos cuide, nos enseñe y acompañe. Esta vulnerabilidad nos acerca a los otros, estamos llamados a ser prójimos. Somos una Iglesia samaritana. Nos acercamos a los más necesitados y vulnerables de nuestro mundo, los tocamos, cambiamos nuestro camino, los colocamos en el centro de nuestra mirada y misión. Es con ellos como se hace verdad nuestra misión. También a ejemplo de aquella mujer samaritana con la que que se encuentra Jesús hacemos nuestra su manera de anunciarle, mostrarle como aquel ‘que nos conoce bien’. No se presenta ella como protagonista sino que señala a Jesús como al que hay que buscar, a quién debemos acercarnos, escuchar y seguir.

La Iglesia, nuestra Iglesia, está abierta a todos. Aquel ‘todos, todos, todos’ del Papa Francisco forma parte de nuestra identidad, de nuestro ser. No dejemos fuera a nadie, prepararemos sitio para todos. Cristina resaltó lo importante que para ella ha sido descubrir en la asamblea sinodal a otros, muy diferentes a ella, de los que ha aprendido a mirar de otra manera la realidad de la Iglesia y del mundo en el que estamos llamados a ser. Esta es una de las claves que el sínodo quiere transmitir,

debemos ‘ser Iglesia’ en medio del mundo. Ser Iglesia que anuncia a Jesús, que le muestra como cercano y sentido de lo que somos.
Una referencia constante en sus aportaciones fue al Concilio Vaticano II. Sin citar explícitamente nos mostró como todos somos importantes en el Pueblo de Dios, todos tenemos nuestra función en igualdad en el Cuerpo de Cristo y todos estamos llamados a ser Templo del Espíritu Santo desde el bautismo. Estamos llamados a madurar en la fe, a crecer en el compromiso que lleva la pertenencia a la Iglesia, a hacer que nuestro proyecto de vida sea con, por y en Él.

Gracias, Cristina, ha sido un verdadero privilegio contar contigo entre nosotros.

(Publicado en Hoja de la TOC de Vila-real el 10 de marzo 2024)

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