Luego pasa lo que pasa
Han pasado unos días, quizá demasiados pero da lo mismo. Escribo cuando puedo. Está un poco descontextualizado en el tiempo pero creo que un pequeño comentario no está demás. Esto de los militares y las procesiones de Semana Santa es algo que no encaja. ‘Es que ha sido así toda la vida’. ‘Es una tradición’. ‘Nos gusta’… Pueden ser razones, que yo no comparto, pero hay que tener mucho cuidado ya que se pueden utilizar para muchas otras cosas de la vida cotidiana y las razones escandalizan.
No hay posibilidad de casar las dos cosas. No lo puedo entender. ¿Militares? ¿Armas? Lo único que puede explicar su presencia es la actualización de aquellos soldados romanos (invasores, opresores, injustos, imperialistas…) que ‘se repartieron sus ropas y echaron a suerte su túnica’. Vamos nosotros, los creyentes, y los ponemos en un lugar privilegiado, destacado y cercano al Señor. No quiero decir nada contra el ejercito (tiene otro apunte pero no es el momento), quiero simplemente decir que no casan, que no se puede mezclar… De esta guisa todavía quedan en nuestras manifestaciones religiosas músicas y momentos que no tiene mucho sentido, por ejemplo, la utilización de la marcha real en los momentos claves de procesiones o de celebraciones. ¿Por qué? Identificación de poder, ‘Iglesia’, costumbres, tradiciones… Parece que todavía necesitamos ser vistos al lado del poder y de los poderosos. Creo que hay que decir basta a todo esto. La Iglesia y sus manifestaciones son del pueblo, de los humildes que hacen penitencia, de los fieles que quieren tomar la calle para mostrar con imágenes a Aquel que cambió el mundo desde los de abajo y con el arma del amor. Como un amigo, al que echo de menos desde hace mucho tiempo, decía: la cristiandad ha terminado, ahora toca lo sencillo, nuestro humilde rincón y con una vida de honestidad y testimonio. O se termina o luego pasa lo que pasa... como la aparición de ciertos símbolos que escandalizan.
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