Un beso

 
Estoy trabajando con mis alumnos el tema de la pobreza y la Iglesia. Interesante. Tienen criterio de discernimiento. Saben bien que ven, que sienten y que piensan. Quizá les faltan datos y nombres, situaciones y dar importancia a lo verdaderamente crucial (de cruz) de todo este tema. Entre otras cosas que hemos trabajado está la figura de Francisco de Asís.
El texto sobre la biografía sobre el juglar de Dios decía lo siguiente, después de describir la enfermedad que le tuvo postrado en cama durante un año: ‘Un día se encuentra con un leproso que le pide una limosna y le da un beso’.Sigue explicando que este hecho fue el detonante de su conversión, de su cambio de vida. Fue el momento en que sintió el encuentro con Jesús.
Yo también siento necesidad de encontrarme con Jesús. Es una obsesión en mi vida esta búsqueda. Quiero descubrirle cerca y necesito cambiar y convertirme cada día. No lo consigo fácilmente. ¿Será que doy pocos besos, pocas caricias, poco amor? Quizá pero lo intento, a las personas que quiero se los digo, los beso todo lo puedo. Me gusta manifestar y expresar mis sentimientos. Hasta ahora no lo hacía para buscar a Jesús. Quizá sea este el camino, querer más, acompañar más, abrigar más… besar más.
Mi Iglesia, a la que pertenezco y de la que me siento parte, también da pocos besos. Se acercan muchos a pedir una moneda, la buscamos, la repartimos, la transformamos para paliar sus necesidades... Lo intentamos hacer bien y es un orgullo formar parte de una comunidad que ‘da sus bienes a cada uno según su necesidad’ como lo hacían los primeros cristianos. Pero llegan muchos hermanos que no piden moneda, que piden beso. De esto estamos más escasos, ¿nos da miedo? ¿nos avergonzamos de amar?... No hay beso para adolescentes embarazadas, homosexuales, separados, presbiterios que han cambiado su ministerio por una vida de pareja, no bautizados, parejas que no son matrimonio, creyentes que discrepan del servicio de autoridad y son señalados con el dedo… Piden besos y les damos normas, cumplimientos y en ocasiones broncas, muchas broncas. ¿Tanto cuesta dar un beso?
Después de leer la frase me pregunté también si el leproso habría encontrado al Señor. No lo sé, no lo pone en el libro, y mi cultura franciscana es escasa, pero estoy seguro que su corazón dio un vuelco al ver que aquel joven rico, aquel al que se había acercado no se lo quitaba de encima con una moneda acompañada de un desprecio, un juicio o una indiferencia, si no que se acercó, lo tocó y le mostró su amor con la mejor expresión existente para ello: un beso.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Grito de paz en medio del grito de los inocentes.

El dolor de la víctimas

Dolor compartido