¿Por qué?
El otro día no tenía clase a primera hora en uno de los centros, habían suspendido las clases. Dudé en ir al cole donde comenzaba a las 12, no tenía nada que me obligaba a ir. Podía quedarme en casa y esperar noticias, peticiones o seguramente sustituciones. Sabía que había ausencias. Decidí ir y me hice una pregunta, ¿por qué?
Es mi cole, es mi gente, es mi responsabilidad… y además lo hago a gusto. Hace muchos años, tenía yo aproximadamente 21 ahora tengo 63, creo, le pedí al superior estudiar pedagogía. Me dijo que sí, que podía hacerlo. Me matriculé… ¿Por qué lo pedí? Porque quería ser maestro, profesor, trabajar en nuestros colegios, poder educar siempre como carmelita, proponer cosas que cambiaran el mundo. Con 21 años la utopía era tan real que sin ella faltaba aire. Hoy la utopía es tan pequeña que necesita una pequeña luz de la realidad para existir. Pero tardó mi oportunidad. Llegué cuando tenía más de 40 años. Ahora sigo aquí, no sé cuál es mi sitio, pero sigo aquí. No sé cuál será ni mi futuro ni el de los coles, pero sigo aquí. No es sólo un trabajo para mi, es mucho más. Es una manera de vivir mi vocación de seguir a Jesucristo… Aquella ilusión ya no existe, se ha transformado en responsabilidad y poco de tristeza ante el aparente imposible. La responsabilidad me dijo con fuerza: tienes que ir hoy y seguir, ayudar a abrir la puerta, revisar y proponer nuestra propuesta educativa, valorar el futuro de los centros, intentar que sean lugares de evangelización… decisiones complicadas muchas veces, pero hay que estar en ello y pensar en los alumnos y sus familias, en la sociedad que ellos van a diseñar, pensar si ‘la plataforma’ es útil y vale la pena. Por eso he venido hoy, y volveré mañana... Es mi cole, es mi vocación, es mi responsabilidad. ¿La ilusión? Fue sólo motivadora para el comienzo. Hoy es la realidad la que se impone, la necesidad nos marca los tiempos, la tarea es constante y sin pausa. El compromiso sigue vivo... y con él todo adquiere sentido.
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