Esperanza
Hugo Torres (AP) El País |
En este momento en que parece que todo está lleno de barro, de dolor, de muerte, ausencia, enfado, miedo, irresponsabilidad, pérdida, pobreza… De impotencia, de oscuridad, de futuro incierto, de miradas perdidas, de desconfianza… Ahora los seguidores de Jesús estamos llamados a ser hombres y mujeres de esperanza. La tormenta, en aquella barca de pescadores era tremenda, temieron por su vida, creyeron que era el final. Jesús estaba dormido, Dios parecía que era el que producía la tormenta y no el que la podía parar. En medio del viento y el trueno, de las olas y los imposibles… Él se despertó y todo cambió. Se llenaron de esperanza.
Para nosotros Jesús no está dormido, está presente, se hace cargo de la tormenta, se pone el timón de nuestra vida para llegar a puerto, para vivir con fuerza lo que somos. Nuestra fe en Él, la confianza que ponemos en su Palabra y la fuerza que recibimos del Espíritu Santo, nos lleva a ser hombres y mujeres de esperanza, no sólo para nosotros sino para todos aquellos que se acercan a nuestra vida. Este entorno que nos ha tocado vivir, hoy y ahora fruto de un desastre, tiene que llenarse de esa esperanza, no podemos ser generadores de miedo, ni de temor, ni de desánimo.
Hay esperanza en medio de esta tremenda tormenta de barro y miedo, de muerte y tristeza. La esperanza de miles de voluntarios, de jóvenes y no tan jóvenes, que dejándolo todo son capaces de mover tiempo, espacio, posibilidades, medios y barro para que otros vean luz, sientan menos miedo o puedan acceder a sus casas.
Es profundamente esperanzador en nuestro mundo el compromiso de eso que llamamos ‘la sociedad civil’, los hombres y mujeres que saben que es su calle, su pueblo, su gente… y se dejan la vida y lo que son para limpiar, para cuidar, para estar pendientes del más necesitado. Dan de lo suyo para que los otros sean.
La esperanza no se puede comprar en un supermercado, ni viene regalada. La esperanza crece con el compromiso y las acciones que la muestran. A más gestos de esperanza más crece. Hemos visto personas que arriesgan su vida para salvar a otro. Esto es el gesto más generador de esperanza para este mundo que podamos reconocer. Para los creyentes es el gesto de Jesús dando la vida por todos nosotros. Arriesgar la vida por otro sin conocer, sin saber quién es, sin hacer preguntas, sin buscar ningún tipo de interés. Esto es esperanza.
Resulta profundamente esperanzador para nuestro mundo, para los que nos sentimos sensibilizados con esta situación, que las personas no estemos mirando para otro lado. La inmensa mayoría de la población ha dejado atrás la indiferencia, el mirar para otro lado. Todo centrado en aquellos que me necesitan, no hay ojos para otra realidad, no hay medios para otra cosa, no hay otra respuesta, solo una, la solidaridad y el darse, el amor.
Podríamos seguir con más signos de esperanza, los hay. Para que la esperanza siga creciendo debemos seguir con ellos, no podemos olvidarlos, tenemos que seguir dándonos. Ellos nos necesitan ahora y nos necesitaran durante mucho tiempo. La esperanza no es sólo de un momento, la esperanza hecha gesto, compromiso y solidaridad tiene que seguir. No podemos dejar que sea sólo una palabra, un consuelo, un consejo, una pequeña grieta en la oscuridad. La esperanza tiene que llevarnos al compromiso, la implicación con ellos. Son nuestros hermanos y sufren.
Como creyentes, seguidores de Jesucristo, la esperanza forma parte de nuestra identidad, no olvidemos hacernos presente en estos gestos de solidaridad, entrega, gratuidad, compromiso que estamos viendo estos días. No hay otra manera de serlo, estamos llamados a estar ahí. Nos unimos a ellos, nos ponemos las botas con ellos, entregándonos como ellos… y será así, con estos gestos de los hombres y mujeres de este mundo, como en esta tormenta Jesús podrá tomar las riendas de la barca.
Él no tiene manos, tiene sólo nuestras manos, no tiene pies, tiene sólo nuestros pies. Esta oración tan conocida continúa de esta manera, ”Jesús, no tienes medios. Tienes sólo nuestra acción para lograr que todos seamos hermanos”. La esperanza necesita nuestro compromiso.
(Publicado en Hoja TOC Vila-real mes de noviembre)
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