Encontrarse





La Cuaresma en un camino. Los niños del colegio lo cantan fuerte y nos ayudan a no olvidarlo: ‘cuarenta días caminando… al encuentro del Señor’ Todo camino en la vida es una oportunidad, nada de convertir la cuaresma en una carga o una mirada permanente al pasado para no descubrir aprendizajes sino solo reproches y dudas, La oportunidad es una puerta abierta al futuro. Una oportunidad es volver a empezar, sacar de nosotros mismos todo aquello que nos puede aportar mucho, considerar que somos capaces de afrontar muchos más proyectos de los que nos imaginamos. Así la cuaresma se convierte en un tiempo de gozo, de esperanza, de tarea y deseo. 

La manera de hacer realidad esa oportunidad es dejar en nosotros sitio, tiempo y momentos para encontrarse. Tres encuentros que hay que cuidar. El primero de ellos es con nosotros mismos. La oportunidad pasa y comienza por quererse. Para ello tenemos que conocernos bien. La cuaresma nos ofrece varios métodos para que este primer encuentro se haga realidad, uno de ellos es el ayuno, vaciarse de aquello que no nos deja ser quien somos o para lo que estamos llamados a ser. El desierto y la experiencia del mismo también nos va a ayudar a conseguir ese encuentro con nosotros mismos. La Palabra, el silencio, las propuestas de discernimiento, dejarse acompañar… son pistas para este encuentro verdaderamente transformador que es amarse. 

El segundo encuentro es con los hermanos, con el prójimo. Vivimos y somos con los otros, no podemos ser sin ellos. Esta relación hay que cuidarla de manera especial, es sentirse parte y colaborar con el proyecto de Dios para la humanidad: la fraternidad. El miércoles de ceniza el Evangelio hacía un llamamiento a la limosna. El darse a los demás es el mejor método para encontrarnos con ellos. En la limosna el protagonista es el otro. Estamos llamados a paliar la necesidad que envuelve la realidad del hermano, implicarse y comprometerse con él. Esta relación basada en el servicio, la generosidad, la gratuidad y la entrega facilita un encuentro con el otro sólido y transformador. 

El tercer encuentro, que la cuaresma nos propone, es con Dios. La oración, tiempo, momento y experiencia de encuentro con Dios hace que el yo pase a un segundo plano y sea Dios quien ocupe el relevo en el centro del corazón. Buscamos ese encuentro íntimo de  la oración para quedarnos desnudos ante Dios sin miedo ninguno, Él sabe de nuestras entradas y salidas, miedos y promesas, sueños y realidad. La oración es fundamentalmente escucha. Tengo mucho que escuchar de Él. La Palabra, el silencio, un retiro o aumentar el tiempo para estar con Él… serán de gran ayuda para facilitar ese encuentro. 

La finalidad de estos tres ejercicios no es hacer mérito sino facilitar un encuentro que cambie nuestra vida. Del egoísmo pasamos al vaciamiento. Del estar centrados en nosotros mismos al dejar que sea el otro quien nos guíe. De la imagen de frialdad de un Dios lejano a un Dios comprometido con la historia, respetado por  todo el pueblo y cercano al corazón del hombre. 

Una última cosa que son dos. Esto hay que vivirlo, hacerlo y sentirlo en secreto. Es entre tú y Dios, donde el protagonista, como siempre, es Dios. Y la segunda cosa es que Él, que ve en lo secreto, nos lo compensará. No exijamos la respuesta de Dios. La oportunidad de la cuaresma es un regalo de Dios, no convirtamos nuestra oportunidad en exigencia. 

Feliz cuaresma, no dejemos pasar esta oportunidad. 


(Escrito para TOC de Vila-real el 13 de marzo 2021)

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