Papá





Casi tengo la edad que él tenía cuando nos dejó. Han pasado muchos años, casi he pedido la cuenta, ha pasado el tiempo muy rápido, los recuerdos son de ayer, la memoria de hace un rato. El tiempo no ha borrado la presencia, la ausencia nunca ha sido definitiva, la búsqueda es constante en los recovecos de la memoria, del existir.
Hoy mi padre tendría 88 años, sería mayor. He vivido con un compañero de comunidad de esa edad, muchos cuidados, mucha escucha, mucha quietud… pero mucho gozo de compartir, de contar, de compartir mesa y proyecto. Me encantaría contarle en qué estoy metido, mil cosas que a otros no cuento a él sí que lo haría. Sabía escuchar, su silencio en otras cosas y momentos de la vida eran campo abonado para la escucha. Sentado, mirando el cenicero, con el pitillo encendido entre sus dedos, con las gafas entre sucias y amarillentas por el humo del tabaco… y escuchando. Conversaciones de la vida del pueblo, de un futuro que intuía pero que le costaba compartir temeroso de no ser tenido en cuenta ya que siempre era de segundo lugar. Hablaría de política y sindicatos, del pasado en nuestra historia y moderación en la vida, de un libro que leyó y alguno que estaría repasando. Una palabra amable y comprensiva siempre, un silencio comprometido con lo que proponías, una aceptación sin aspavientos de la realidad que le presentabas.
Ahora, en mi pueblo, enseñan su lugar de trabajo, es visitado por miles de personas. Un lugar humilde y frío, de soledad y silencio, escondite quizá muchas veces ante el demonio que le perseguía y que le hacía cambiar de color, de mirada, de gesto… Yo también visita su oficina, no iba de turista, me mandaba mi madre, iba a pasar la mañana o el rato con él, a jugar a ser ‘escribiente’, a ser ‘archivero’… mirada sillones con ruedas, papeles, banderas, urnas, maquinas de escribir, mesas, carpetas… un mundo entonces lejano, pero al que quería por ser  el de mi padre, fue su lugar desde los catorce años. Servía y ayudaba a los demás desde su máquina de escribir, siempre disponible para ‘hacer un papel’ que facilitará las cosas a los otros. Este es mi recuerdo y nadie me lo borrará.
Dos veces estuvo tan cerca que no voy a olvidar nunca. El día que les comuniqué a él y mamá mi deseo de iniciar el postulando, de irme a vivir con una comunidad de religiosos carmelitas. Estaba escuchando en silencio,  sentado en el sillón, mirándome… dijo: ‘Si es tu proyecto te ayudaremos siempre. Si te hace feliz cuenta con nuestra ayuda’ No le gustaba hablar, preguntaba poco, dejaba hacer y vivir. Esta decisión le cambio la vida un poco, creo que se removió su fe por dentro, le volví a ver en misa, a participar más en la iglesia. La segunda vez fue de padre. Eran unas fiestas, fiestas de pueblo intensas, de noches de baile y risas, de amigos y madrugada, de poco hogar y mucha calle… Me paró, se acercó y me dijo: ‘quizá  tengas que elegir entre lo que quieres ser y lo que estás viviendo estos días. Quizá no puedan ser las dos cosas.’ Seguí de fiesta pero no he olvidado nunca esta frase. Mi padre me ayudó a crecer, a cuidar mi vocación, a pulir mi proyecto de vida. Hoy también en esto lo necesito, también busco su palabra de tolerancia, consejo y verdad. A veces en la vida nos convertimos en ‘evangelio’, en ‘palabra de Dios’ sin saberlo, él lo hizo en estas dos ocasiones. Libertad, autenticidad, compañía… tres lecciones para la vida.
‘Nunca más…’ fueron sus palabras al bajar de un autobús que lo traía de nuevo a casa, palabras junto a uno de los abrazos que nunca olvidaré. Comenzaba de nuevo a vivir, quería dejar atrás el tiempo que había derrochado, que se había ‘bebido’ sin saberlo, sin quererlo. Se había desatado de una telaraña que había convertido todo en viejo, en podrido. Comenzaba con fuerza y reconocimiento, con gran humildad. Se apoyó en mi al bajar del autobús, al pisar la tierra y seguir el camino de la vida. No fui consciente de ello aquel día. Era un regalo, otra oportunidad… volvió la sonrisa y la paz, volvieron los domingos de sosiego y paz. Se sacó el carnet de conducir y todos aprendimos la  importancia de la tenacidad, de no abandonar un proyecto, de seguir e insistir. Días de oficina de nuevo, de huerto, de regar, de furgoneta, de domingos en la masía, de baños en el río, de volver a casa cansados y juntos. Yo estaba poco pero fueron inolvidables. Me paro aquí… no sé si fue este el final, no quiero saberlo, me quedo con la recolección del huerto, fruto de su dedicación y entrega.
Aprendí mucho de ti, me cuidaste, me sentía muy querido por ti… dicen que tengo tus entradas en el pelo… me gustaría tener tu fuerza de voluntad para vencer el mal, tu escucha para que el otro diga, se exprese y sea, tu capacidad de emprender una nueva vida sin perder lo más valioso para ti entonces… Gracias por contagiarme el amor a la cultura, al saber, a estudiar, a innovar. Tenías una visión de futuro, intuías las cosas que venían y las querías para ti, para nosotros, para todos.
Hoy serías una persona mayor, digna de ser cuidada y querida… hoy no estás aquí pero si en mi corazón y en mi memoria para siempre.
Gracias papá

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