Cuatro palabras para el Adviento.



¡Velad!

Comenzamos el Adviento. Una palabra para hoy dicha con fuerza: ‘¡Velad!’ Estar despierto es una actitud de todo seguidor de Jesús. Nada de dormirse en la comodidad de lo fácil o ni en la seguridad de lo de siempre, ni esconderse detrás del compromiso de otros, ni bajar las manos por el miedo a los poderosos, ni callarse ante la injusticia descubierta… Estar en vela, mantener la vigilia en el día a día porque en cualquier mirada, en cualquier gesto, en cualquier encuentro podemos recibir su llamada, una pregunta, una propuesta… el encuentro es inesperado, se hace el encontradizo, nos espera en aquellos que se acercan a nosotros, es una sorpresa y tenemos que estar atentos y vivirlo con gozo. El Adviento es tiempo para desempolvar esta actitud de inquietud, de atención, de vigilancia que debe formar parte de nuestra amistad con Él. Comenzamos a quitar el polvo que la tiene apagada, olvidada. Buen domingo.

Preparad

Hay algo para hacer, nada de quedarse con los brazos cruzados: preparad. Es la parte previa a algo importante. Nos preparamos para algo que va a cambiar nuestra vida, para algo que nos hará completamente nuevos, diferentes… Después de la preparación viene el encuentro, la fiesta, lo importante. Los acontecimientos importantes de nuestra vida los preparamos con tensión, con revisión de vida, con mirada esperanzada hacia el futuro, con verdaderos deseos que llegue ya el momento. Buscamos algo nuevo, algo por estrenar. Un poco de cambio y otro de búsqueda. Sabemos que después de ellos hay un antes y un después. Queremos que todo sea un éxito, no perder la oportunidad. Estamos acercándonos al gran Misterio de ‘Dios con nosotros’, Palabra definitiva que cambiara nuestra vida, no podemos dejar pasar la oportunidad de vivir este momento de una manera especial. Nos tenemos que mover, que dejar lo que nos pesa y hace que nuestro caminar sea cuesta arriba, cambiar aquello que nos dificulta vivir intensamente y de manera definitiva el encuentro con Él.


Luz

Buscamos una luz que rompa nuestras noches. Una luz que no se apague, que pueda llenar nuestra vida de esperanza, de sosiego, de la calma necesaria para vivir la vida con intensidad. Una luz verdadera. Juan anuncia esa luz, el es ‘testigo de la luz’. En nuestras tormentas y oscuridades, en la falta de fe, en los miedos que nos aprisionan… escuchamos un testimonio: hay alguien entre vosotros que es la luz que rompe todo aquello que os tiene apagados, oscuros, encerrados. Este testimonio anuncia un encuentro que transformará nuestra vida si le dejamos sitio. ¿Cómo buscarle? ¿Cómo hacernos con esa luz? Dejándole sitio en nuestros corazones, rompiendo nuestra indiferencia ante su palabra y los que sufren en nuestro mundo. Hay que estar dispuestos a dejarse ‘deslumbrar’ por Él, hagamos de Él la luz de nuestra vida. Luz que nos calienta, luz que no queremos apartar, luz que nos guía, luz que nos ayuda a ver al hermano para servirle y amarle, luz que abre caminos nuevos de seguimiento… Nos preparamos para algo grande, para ser hijos de luz.

Hágase

El encuentro buscado durante el Adviento lo hace realidad Él, se presenta ante nosotros, transforma para siempre nuestra vida y sólo necesita una respuesta valiente por nuestra parte: ‘hágase’. María vive el encuentro con Dios con sorpresa, con alegría, con tensión, con incertidumbre y confianza, con preguntas. ¿Cómo vives el encuentro con Dios? ¿Exiges o aceptas? ¿Escuchas o sólo hablas? ¿Te atreves o solo pones pegas? Al final, como no puede ser de otra manera, María responde con el sí más grande de la historia. Nuestro sí será más pequeño pero conducirá al mismo resultado. Sí quiero que vengas a mi vida, sí quiero llevarte en el centro de mi corazón, sí quiero ser puerta para ti en medio del mundo, sí quiero llevar a tu palabra donde vaya y esté, sí quiero seguirte cada día de mi vida, sí quiero que seas Señor de lo que hago y soy… Se necesita nuestra respuesta para que nazca en nuestro corazón. No olvidemos la primera palabra de este encuentro: alégrate. Con Él no hay miedos y tristezas, con Él vivimos la verdadera alegría.



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