Miradas de María
Este año, en la Pascua Juvenil JuCar (Juventud Carmelita) que celebramos en nuestro convento de Vila-real, intentamos descubrir las distintas miradas de Misericordia que Jesús tenía hacía y con los que le rodeaban, con los que se encontró en esos tres últimos días que para siempre cambiaron mucho del corazón del hombre. Él también recibió muchas miradas de misericordia, especialmente de María su Madre, a la largo de la historia. Un repaso a varias de estas miradas puede ser una buena reflexión para preparar nuestra gran fiesta del día 16 de julio de este Año de la Misericordia.
En
cada uno de sus encuentros, desde el principio y especialmente en aquellos días,
hay una mirada de mamá que con agrado, con calor, con cariño… perdona cada llanto,
cada malestar. Es una mirada de misericordia que incluye una petición de
comprensión, de perdón y de aceptación de la pequeñez ofrecida como lugar de
hacerse presente en medio del mundo, en ‘la tierra a los hombres de buena
voluntad’ Una mirada llena del calor de madre que sabe que aquel ‘príncipe’ en
trono de pobreza, será Rey de los que nadie quiere y por eso comienza su vida
en el frío de la noche y del invierno. Una mirada que al verlo en aquella cuna
improvisada en un pesebre quiere ofrecer los mejores brazos, los mejores pechos
y los mayores cuidados. Con lo ojos fijos, como ‘fiel esclava’ en el Rey del
portal, el Rey de un hogar sin puertas y abierto a una humanidad que lo busca,
espera y desea… y a un cielo estrellado que lo ilumina. Una mirada que atraía
hacía ella todo lo que acontecía a ese pequeño que había convertido sus
entrañas en Santuario, para ‘guardarlo todo en el corazón’.
Hay
también miradas de cierta ansiedad, pero que abrazan, entienden, y luego gozan
en el encuentro... Después de la desesperación por la pérdida en el Templo los
ojos de la Madre no le quitan la vista de encima. Quiere que no se vuelva a
perder, que crezca ‘en sabiduría y en verdad’ Empezaba así una mirada desde
lejos estando al lado. Una mirada silenciosa y que aceptaba aquello que era su
destino, su voluntad. Mirada que perdona cualquier cosa a la persona que más se
ama en el mundo.
Hay
una mirada de ternura, de compresión y cariño cuando van a buscarlo y reciben
de Él una respuesta que les sorprende. Ante su presencia el Señor responde que es
la Palabra y cómo es llevada a la vida la que marca la relación de afecto, de
cercanía, de familia. Se está abriendo de esta manera un círculo universal de
relación y ella, su Madre, está allí. Le mira, le comprende, le quiere con
locura y no se va. Se queda a su lado para mirarle y mirarle, para que sepa que
siempre está a su lado porque la Palabra se hizo carne en y por ella, que fue
la puerta de entrada de Él en el mundo. No hay mirada de lejanía, de enfado o incertidumbre.
Al contrario, María se queda, va a caminar con Él por los caminos de Palestina
y después será ella la que se convierta en la que hace de la Palabra su
proyecto de vida en medio de la comunidad. Jesús no le cierra la puerta sino
que se la abre: ella es la que ha hecho de la Palabra su vida.
En
este recorrer caminos hay miles de miradas. Miradas llenas de sentido, de
alguna duda, de mucho futuro, de un poco preocupación... pero siempre de la
cercanía que supone amar sin medida, amar desde la misericordia entrañable, la
que sólo una la Madre puede hacer. Una mirada de sorpresa ante la respuesta en
Caná pero que no le afecta para señalarle como el que deja el mejor vino en
este mundo. Una mirada cargada de dudas cuando recibe noticias de las comidas,
bebidas, palabras… en mesas extrañas o en la sinagoga de su pueblo. Pero con
los ojos llenos de lágrimas le mira con la locura de Madre enamorada.
Mirada
de imposible y de mucho amor, ante su Hijo que carga una cruz pesada y que le
parte el alma a Él y a ella al mismo tiempo. Mirada de injusticia y de valor,
de memorial de aquel ‘SI’ una tarde en Nararet cuando la luz de la propuesta de
Dios llenó su estancia y sus entrañas... Una mirada de Madre desconsolada y
llena de fe en aquel que está muriendo y que tiene una palabra para ella desde
la cruz: ‘Madre…’ y como siempre el encargo de seguir acogiendo, seguir mirando
a los hombres y mujeres de este mundo para que volvamos a hacer cada día ‘lo
que Él nos diga’
El
Carmelo, a ejemplo de María lo mira con la ternura y quiere vivir ‘en su
obsequio cada día’ Haber nació en su
tierra nos hace desear, como Él, que el jardín del Carmelo se convierta en
verdad donde erial lo seca todo. María nos indica que mirar con ternura nos hará
vivir con esperanza, para que igual que ella convirtió con su mirada un pesebre
en un trono, nosotros venzamos cada día las dificultades con una mirada fija en
Él.
Todas
estas miradas y muchas más serán protagonistas estos días de julio donde el
convento de la Calle Ermita abre sus puertas para rezar, cantar, escuchar la
Palabra, hacer fiesta y encontrarnos con Él a través de la mirada de Madre que
ella nos regala. Os esperamos.
Todas
estas pequeñas y grandes miradas de María a su Hijo la convierten en hermana y
maestra para nosotros... Nuestra mirada a Jesús ¿Como es?
(Artículo para programa de Fiesta del Carmen de TOC de Vila-real)
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