Semana Santa

 


Todos tenemos la experiencia de pararnos, organizar o planificar la manera cómo vivir intensamente un viaje, un encuentro, una aventura, un trabajo. Nos paramos un momento, nos hacemos preguntas, dejamos que aquello que nos motiva para ese tiempo lo llene de lo que buscamos y queremos conseguir. Queremos que esté organizado o planificado para que sea muy provechoso y esté verdaderamente lleno de sentido para que una vez termine haya sido del mayor provecho posible. Sabemos que es único, que es algo que no volverá, que hay que sacarle todo el jugo posible y que no pase sin habernos dado cuenta de lo importante. Preparamos un billete si es un viaje y el itinerario, subrayamos aquello que no queremos perdernos… Si es un encuentro imaginamos las preguntas que haré o podré recibir y contestar, también lo que voy a contar, lo que voy a enseñar, lo que quiero que no se me olvide. 

La Semana Santa es uno de esos momentos que hay que preparar, al que hay que dedicar un poco de tiempo, o un mucho, para que no pase sin más. Necesita un repaso de sentimientos y emociones que se quieren vivir, sentir y guardar en el transcurso de la misma. No podemos olvidar el centro, aquello que es lo verdaderamente importante. Hemos dedicado cuarenta días para llegar preparados, y no perdernos nada. Nos hemos detenido un momento en nuestra vida para llegar con todos los sentidos preparados y el corazón dispuesto a esa Semana Santa, Semana de Dios. ¿Cómo ha ido la preparación? Si no fue bien no te asustes, resulta que el protagonista de la Semana Santa no somos ni tú ni yo, no somos nosotros, el protagonista es Él. Estamos en la puerta de la Semana Santa y todavía podemos planificar y organizar ese momento único que se nos presenta. Abramos bien los ojos, los oídos… y sobre todo el corazón.

La Semana Santa es memoria y mucho más. Memoria de los últimos días de Jesús … pero es mucho más que eso. Es recordar palabras, momentos, miradas que Él tuvo con los que le rodeaban… y mucho más. Es ponernos en su piel e intentar sufrir con Él el desprecio y la injusticia… pero es mucho más. Es recordar aquella cena inolvidable que se ha repetido durante más de dos mil años… pero es mucho más. Ese mucho más es el que tenemos que organizar y planificar en nuestro corazón. Es descubrir, sentir, imaginar y sobre todo vivir, hoy y aquí, eso que recordamos. 

¿Cómo hacerlo? En primer lugar, celebrando con la comunidad las distintas celebraciones que la comunidad cristiana nos brinda. En segundo lugar es actualizando, en nuestra historia de hoy y aquí, aquello que Él vivió. Sigue habiendo muchos hombres y mujeres que injustamente son ‘crucificados’ por lo que viven, hacen o son. Muchos nos seguimos sentando a la mesa para compartir el Pan y sentirnos profundamente queridos por Él, sabemos que ese Pan de Vida nos transforma. Hoy ‘sigue habiendo muchos pies que lavar’. En tercer lugar, la Semana Santa es un tiempo de encuentro con Él, sí, encuentro real, aquí y ahora. No podemos vivirla como espectadores o indiferentes. La fe es de y para hombres y mujeres de compromiso. La Semana Santa es abrir el corazón y dejar que ese Misterio de Dios que sufre como nosotros, que llora y ora, perdona y mira con amor… nos haga llorar con los que lloran, rezar profundamente con Él por aquellos que sufren y tienen miedo. Es un encuentro en nuestra historia que nos transforma.

La Semana Santa no es un viaje, ni unas vacaciones, ni unos días de descanso, ni un momento de parón, ni un paréntesis en nuestras rutinas. La Semana Santa son siete días de caminar al lado de Alguien que nos ama. Días para encontrarnos con Él hoy y aquí.  Encuentro y camino con un hombre que es amigo en Betania, Maestro en el cenáculo, que sufre en Getsemaní, que llora, calla y sangra en manos de los poderosos y traidores…. Es encuentro y camino con Dios que desde el dolor perdona a cada hombre y mujer de este mundo, que deja la muerte atrás, que vive pese a la muerte en la cruz y nos espera en ‘Galilea’ cada día de nuestra vida. 


(Publicado en la Hoja de la TOC de abril 2025)

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