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Mostrando entradas de octubre, 2009

La ventana

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‘Las ventanas siempre me han interesado porque son pasajes entre el exterior y el interior’. Esta frase de Matisse la leí en la maravillosa exposición que sobre el pintor había organizado el Museo Thyssen en Madrid. Tener la ventana abierta de la vida para ver, para airear, para asomarse, para dejar que se asomen, para colocar unas flores y alegrar la calle de nuestra vida y a los que pasan por dentro, para que entre el calor, para mirar a los lejos y hacer proyectos, para mirar desde arriba, para salir al tejado, para escapar corriendo en caso del peligro, para entrar si uno ha perdido la llave… Tener la ventana cerrada si llueve mucho fuera, para resguardarse del frío, para sentirse calentito en el interior, para no oír muchos ruidos, para que no se escape nada ni nadie, para que no entren ladrones, para que sepamos cual es nuestro espacio… Es una maravilla saber manejar adecuadamente la ventana, estar dentro para poder cerrar y abrir. Conocer bien el clima de fuera, la realidad de

Seguir

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Esto no hay quien lo pare. Hay que seguir. La vida es dura, dice y repite una amiga. Es verdad, duele, castiga y pesa. Pero la vida también es seguir, caminar, buscar, encontrarse, crear… Me quiero apuntar a todo esto último… con la dureza de lo nuevo, la dificultad del futuro por descubrir y el escollo del presente. La vida merece una oportunidad, una sonrisa. La dureza se convertirá en muchas ocasiones en encuentro, en amistad, en luchar juntos, en servir al otro… Me apunto a todo esto. Quiero dejar atrás los lamentos, quiero hacer míos los encuentros. Los recuerdos los convertiré en empujones para crear aquello que sea nuevo, diferente y recoja los proyectos que teníamos juntos. Tengo mucha suerte cuento con muchas manos, con muchos corazones que laten cerca y animan a seguir con el ritmo, a veces pausado y en ocasiones acelerado, de poner marcha a lo que nos rodea. No me bajo. Sigo adelante. No me paro. Quiero caminar. No me conformo. Voy a proponer. No me escondo. Salgo a la calle

Llueve

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Una vez escuche al intentar salir de la iglesia de un pueblo en el funeral de alguien muy querido: ‘Llueve de esta manera porque están llorando en el cielo por su muerte’. Se referían al difunto que íbamos a enterrar después de celebrar el funeral. Estamos esperando para ir a su casa a recoger el cadáver. Hoy está lloviendo en Zaragoza. Cae un agua lenta, que empapa la tierra para romper la sequedad que la cubre y la llena. ¿Estarán llorando de nuevo en el cielo? ¿De nuevo se habrán desatado los lagrimales de la multitud de ángeles?. Sabéis lo que os digo….¡que dejen de llorar y que hagan algo!, ¡¡¡joder!!! Salí a dar un paseo. Llueve. No lo encuentro . Esta es su ciudad. No estaba en casa. Nadie habla de él. Tenía que estar aquí. Siempre me espera. Seguiré buscando. Me mojo. Casi no hay nadie en su ciudad. Tenía que estar aquí. ¿Se fue? ¿Sin decir nada? No puede ser. Bebí un poco de ron, como siempre lo hacía con él. Su sillón estaba vacío, me senté en él. Estoy en su ciudad. No está.

Estar ocupado

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Creo que una de las cosas más importantes en la vida es saber ocupar el ocio, el tiempo libre (por favor, que quiten los puentes de los calendarios, no más tiempo libre). Es una auténtica red que atrapa el alma, la mente, el corazón y la vida no saber hacerlo. No tener ‘nada que hacer’ en esos tiempo libres hace que un ‘comecocos’ se apoderé de la mente. Esto no es lo peor puede ocurrir que sea u destrozacorazones’ el que aprieta los sentimientos de tal manera que el ritmo de sus válvulas se acelera de tal manera que parezca que va a explotar. Sentimientos que suben y bajan de los hemisferios a los ventrículos, de los ventrículos a los escondrijos del alma. Es allí donde puede pasar lo peor: el terremoto del espíritu, la tentación de mirar para otro lado, el atreverse a pedir la parte de la herencia y salir corriendo a otras tierras donde no haya miradas, recuerdos, memoria, noches sin oscuridad, luces (aunque sean de neón) siempre encendidas … ¡¡¡Dadme trabajo, por favor!!! ¡¡¡No más

AMIGO

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Te fuiste sin despedirte. ¡¡Eso piensan todos!! Quizá tú también lo pienses. No te fuiste. Estás aquí en cada pensamiento, en cada segundo, en cada música, en cada libro, en el último versículo leído, en la tarea que voy a comenzar y en la que terminé ayer. Estás, estuviste, estarás siempre, sigues sugiriendo compromisos, animando miedos, ilusionando proyectos, mirando con cariño, felicitando éxitos… y alegrando encuentros en la cafetería de la calle de al lado de una ciudad cualquiera. ‘¿Un cafecito?’ ‘Pues claro’, contestaré. Eso piensan todos, que te fuiste. No es verdad, ya no estás para abrazarte, pero no te fuiste. ¿Acaso alguien ha escuchado tu despedida de siempre: ‘adiós, adiós, adiós…’? Yo no lo escuché, sigo intentando estar en silencio para escucharla y no lo descubro. Juntos iniciamos una aventura maravillosa en la ciudad que te ha acogido desde siempre, y ahora para siempre, en sus entrañas… no ha terminado, no es verdad… la aventura sigue. Tú vas delante, optimista y rea